Nuestros hermanos, mártires de París del siglo XVIII,
mantuvieron su adhesión a Jesucristo
de manera tan radical y plena
que les permitiste derramar su sangre por Él.
Danos la gracia y la alegría de la conversión
para asumir las exigencias de la fe;
ayúdanos, por su intercesión,
y por la de María, Reina de los mártires, a ser
siempre artífices de reconciliación en la sociedad
y a promover una viva comunión
entre los miembros de tu Iglesia;
enséñanos a comprometernos, con nuestros pastores,
en la nueva evangelización haciendo de nuestras vidas
testimonios eficaces del amor a Ti y a los hermanos.
Te lo pedimos por Jesucristo, el Testigo fiel y veraz,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
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