dígnate aceptar benigna, la pobre ofrenda
de nuestros obsequios y oraciones que,
como hijos amantes, venimos a ofrecerte.
Dígnate inclinar vuestros oídos
a nuestras humildes súplicas
para que no sea vana
la confianza que en Vos ponemos,
seguros de obtener de vuestro divino Hijo
el perdón de nuestros pecados
y el favor particular que solicitamos
por vuestra poderosa mediación.
Alcánzanos a todos la gracia
de la perseverancia final,
viviendo y muriendo como
verdaderos hijos vuestros,
para poder bendecir y alabar a Dios eternamente
y ensalzar para siempre vuestras misericordias
en el Huerto dichoso de la Jerusalén celestial.
Amén.
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