en quien has puesto tus complacencias de Creador
y sobre el que derramaste tu Espíritu en plenitud.
Recordamos con emoción cómo Jesús, a través de toda su vida,
actuó siempre como Hijo tuyo y se identificó contigo.
Respetó a toda criatura, no pisó, ni tiró al suelo la caña quebrada.
Del árbol caído no hizo leña. La llama vacilante no la apagó.
Vino a ayudar a los más débiles y a defenderlos contra las injusticias.
Infundió una fuerza nueva a los pobres y humillados.
Por eso los poderosos se alarmaron
y se pusieron en movimiento contra El, hasta destruirlo.
Padre Dios, ante nuestros ojos está la vida de tu amado Hijo,
su bautismo en el Jordán confundido entre los pecadores,
su bautismo de sangre en la Cruz,
el triunfo de su resurrección y glorificación junto a Ti.
Amén
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