a la primera hora de la mañana a tu viña,
pues me has conducido desde mi juventud
para trabajar en la religión
por el premio de la vida eterna;
cuando todo se haya consumado
y ya en el juicio final premies las acciones,
¿qué me darás a mí que estuve todo el día ocioso,
no ya en la plaza del mundo
sino en la misma viña de la religión?
haz que al menos caiga en la cuenta
y me convierta en la hora undécima
y que no sea hallado envidioso
porque tú eres bueno.
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