Piadosísimo Salvador mío,
porque me viste lleno de pecados
y muy sediento de tu gracia,
con amorosa llamada me obligáis
a beber de vuestra agua,
a mi necesitado por mi miseria
y mucho más por vuestra misericordia,
os suplico, igual que la mujer samaritana,
que me deis a beber de este agua de vuestra gracia,
a fin de que no sienta más sed de los placeres envenenados
ni vuelva a la vanidad del mundo,
y olvidado de todo esto, piense sólo en amar
vuestro amabilísimo Corazón.
Amén
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