¡Oh San Vicente Ferrer! Alcánzame una fe viva y
sincera para valorar debidamente las cosas divinas,
rectitud y pureza de costumbres como la que tú predicabas,
y caridad ardiente para amar a Dios y al prójimo.
Tú, que nunca dejaste sin consuelo a los que confían en ti,
no me olvides en mis tribulaciones y tentaciones.
Dame la salud del alma y la salud del cuerpo.
Remedia todos mis males y dame la perseverancia en el bien
para que pueda acompañarte en la gloria por toda la eternidad.
Amén.
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