Oh, Padre Celestial, que concediste a Juan Diego
ser el confidente de la Virgen de Guadalupe y
asistir al nacimiento de la fe en su país, te pedimos,
por su intercesión, que socorras a los más necesitados,
consuela a los enfermos de alma y cuerpo, y concede que
todos los pueblos bajo tu manto Guadalupano, unido por
la fuerza del amor a nuestra Dulce Madre del Tepeyac haga
de cada uno de sus hogares un templo vivo, en donde
adoremos a Jesucristo, Nuestro Señor, que vive y
reina contigo por los siglos de los siglos.
Amén.
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