Gloriosos padres de María Santísima,
amados abogados míos:
me alegro con vosotros de aquel
consuelo que tuvieron cuando,
después de muchos ruegos y oraciones,
les avisó el Ángel que habían
de tener una Hija tan santa.
Mírenme aquí postrado a vuestros pies,
suplicando me reciban como humilde siervo.
Es verdad que no merezco esta gracia,
pero confío en vuestra intercesión
por el amor de María Santísima,
vuestra amadísima hija,
y por los méritos de Jesús.
Acuérdense de mí ahora,
y sobre todo en la hora de mi muerte;
para asistirme entonces,
junto con Jesús, María y José.
Amén.
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