Desde su aparición en 1830, a santa Catalina Labouré, la Virgen María, en su advocación de la Inmaculada Concepción de la Medalla Milagrosa, le encarga hacer acuñar una medalla que, en poco tiempo, se difunde entre miles, luego millones de creyentes como la "Medalla Milagrosa". Las gracias que reciben quienes las piden con confianza (fe) y son portadores de la Santa Medalla, ha hecho que su devoción trascienda las fronteras y los milagros se multipliquen por doquier... ¡Gracias Madre Milagrosa!
viernes, 6 de enero de 2012
EPIFANIA DEL SEÑOR
El origen oriental de esta solemnidad se encuentra en el mismo nombre: "Epifanía", es decir, revelación, manifestación; los latinos usaban la denominación "festivitas declarationis" o "apparitio", con el significado principal de revelación de la divinidad de Cristo al mundo pagano con la adoración de los reyes magos.
Sin tratar de hacer una reconstrucción histórica, podemos considerar el episodio de los magos como lo hicieron los Padres de la Iglesia: símbolo y manifestación de la llamada a la salvación de los pueblos paganos. Dios habla a los paganos por medio del mundo visible: el resplandor del sol, la armonía de los astros, la luz de las estrellas en el firmamento (los magos descubrieron en el cielo la señal divina) es portador de una cierta presencia de Dios. Los reyes magos fueron la explícita declaración de que el Evangelio había que predicarlo a todos los pueblos.
El intercambio de "regalos de Reyes"; esta costumbre tiene sus raíces en el episodio evangélico de los dones ofrecidos por los Magos al Niño Jesús: oro, incienso y mirra (cf. Mt 2,11) y, en un sentido más radical, en el don que Dios Padre ha concedido a la humanidad con el nacimiento entre nosotros del Emmanuel (cf. Is 7,14; 9,6; Mt 1,23).
ORACIÓN DE EPIFANÍA
Señor, esta fiesta de la Epifanía nos recuerda
que Tú eres un Dios abierto a todos,
que tu amor no tiene fronteras humanas
ni se detiene ante los países.
Tú eres la estrella que brilla en la noche,
para todos aquellos que quieren seguirte,
para todos aquellos que te buscan.
A los que ya te seguimos a tientas
y con susurros del corazón,
no nos dejes caer en la tentación
de velar la luz de tu Evangelio
y de apagar la verdad,
que has manifestado en tu Hijo, nuestro
Señor,
que vive por los siglos de los siglos.
Amén
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