Padre te alabo por tu misericordia,
con todos los hijos pródigos
que han vuelto desde el primer converso y
que sólo Tú conoces; como los célebres David y San Agustín.
Y no siendo el último que volverá.
Te alabo yo, que he sido y soy el pródigo
que no acaba nunca de volver a tu Casa,
comportándome a menudo como el hijo mayor.
Amén
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