Eterno Padre, en tu infinita misericordia quisiste que Cristo
padeciera por nosotras el suplicio de la cruz para librarnos
del poder del maligno. Concédenos experimentar aquel amor
ardiente que, por Cristo y la Iglesia, impregnó la vida y obra
de Santa María de Jesús Crucificado
Admítenos a gozar de la gracia que mana de la cruz gloriosa
del Salvador y así un día podamos participar de la gloria eterna.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
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