¡Oh glorioso San Buenaventura, hijo del corazón de Francisco,
gloria de la Orden Seráfica y columna de la Iglesia Católica!
Por el celo con que miraste la honra y gloria de Dios, da una
mirada a todos los fieles e inspiralos una sólida piedad y una
devoción sincera, que los separe del amor de las cosas terrenas
y los una íntimamente a Dios. Una piedad que es útil para todo,
y que lleva en sí la paz y la concordia, el sostén de la familia,
la fraternidad y caridad cristianas, ornamento de la piedad y
de la Iglesia. Una piedad que une a los habitantes de este
destierro con los ciudadanos de la patria celestial, y que
ilumina la inteligencia con la luz increada que es sabiduría
y amor; y mantiene viva la fe, firme la esperanza , hasta que
por medio de la caridad nos introduce en el seno de Dios
para disfrutar de su gloria por toda una dichosa eternidad.
Ventura sin igual, de corazón seráfico, de espíritu angélico,
genio de la sabiduría, envianos un rayo de luz y una centella
de amor para conocer los peligros y aborrecer todo lo terreno,
a fin de que nuestro corazón se mantenga fiel a las divinas
inspiraciones y con el ejercicio de la virtud merezcamos
llegar a poseer y gozar las delicias del amor eterno.
Amén.
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