Yo pido a la cristiandad , a la bondad de nuestros gobernantes,
al cuidado de nuestros jueces, que atiendan al gran número de
desgraciados que mueren mil y mil veces antes de dar su último suspiro.
La ayuda que la gente caritativa da a los prisioneros es
solamente por un momento; toca a las autoridades civiles,
que tienen una obligación en esta materia, el mejorar su
suerte para que con paciencia y resignación puedan afrontar su ejecución.
Este es un castigo que les proporciona una oportunidad
para satisfacer a la justicia divina y les da el derecho de la
felicidad eterna prometida a los pecadores arrepentidos.... (Carta 65).
Amén
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