Amigo. Jesús, Tú eres el Amigo único y verdadero;
no sólo compartes cada uno de mis padecimientos,
sino que lo tomas sobre Ti y conoces el secreto de
transformármelo en gozo. Me escuchas con bondad y,
cuando te cuento mis amarguras, me las suavizas.
Te encuentro en todo lugar, jamás te alejas y, si me
veo obligado a cambiar de residencia, te encuentro
allí donde voy. Nunca te hartas de escucharme;
jamás te cansas de hacerme bien. Si te amo, estoy
seguro de ser correspondido; no tienes necesidad de
lo mío ni te empobreces al otorgarme tus dones.
No obstante que soy un hombre pobre, nadie
(sea noble, inteligente o santo) podrá robarme tu amistad.
La misma muerte que separa a los amigos todos, me
reunirá contigo. Ninguna de las adversidades de la edad
o del azar lograrán jamás alejarme de ti; más bien,
por el contrario, nunca gozaré con tanta plenitud de
tu presencia ni jamás me estarás tan cercano, cuanto
en el momento en que todo parecerá conspirar contra mi.
Sólo Tú aciertas a soportar mis defectos con extremada
paciencia. Incluso mis infidelidades e ingratitudes,
aunque te ofenden, no te impiden estar siempre dispuesto
a concederme tu gracia y tu amor, si yo las deseo.
Amén
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