¡Glorioso San Ignacio de Loyola,
fundador de la Compañía de Jesús y
especial abogado y protector mío!.
Ya que tan elevado estás en el Cielo
por haber hecho vuestras obras a mayor
honra y gloria de Dios, combatiendo a los enemigos
de la Iglesia, defendiendo nuestra santa fe,
dilatándola por medio de vuestros hijos
por todo el mundo, alcánzame de la divina
piedad, por los méritos infinitos de Jesucristo,
e intercesión de su gloriosa Madre, entero
perdón de mis culpas, auxilio eficaz para
amar a Dios y servirle con todo empeño
en adelante, firmeza y constancia en el camino
de la virtud, y la dicha de morir en su amistad
y gracia, para verle, amarle, gozarle y glorificarle
en vuestra compañía por todos los siglos.
Amén.
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