Oh
Madre Consolata:
Sé Tú el consuelo único y perenne de la Iglesia
a la que amas y
proteges.
Consuela a las comunidades cristianas en su cotidiano
peregrinar de la
fe y la esperanza.
Consuela a los llevan en sus vidas, profundas heridas
por dramáticas
situaciones de violencia y marginación.
Consuela a todos los que
sienten en el corazón una
ardiente necesidad de amar y ser amados.
Consuela a
los jóvenes inmersos en el torbellino
de falsas opciones que los asfixian y
sofocan,
desorientándolos y desanimándolos.
Consuela a todos los que entregan
sus vidas para
salvaguardar los ideales de la vida.
Oh Madre Consolata:
Que tu
presencia consoladora nos anime a dar
testimonio fecundo de nuestra fe para que
podamos
defender, con coraje y verdad, la dignidad de cada
ser humano, en la
justicia, en la paz y en el amor.
Ayúdanos en la construcción de una sociedad
fraterna,
donde prevalezcan los frutos del Reino de tu Hijo Jesús.
Amén.
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