Oh Dios, ¿Quién eres Tú, que en ti mismo
tuviste el consejo excelso que destruyó el
soplo infernal en los pecadores y publicanos
que ahora lucen en la suprema bondad?
Alabado seas, oh Rey, por ello.
Oh Padre omnipotente, de ti fluye una fuente
de amor ardiente, lleva con buen viento
a tus hijos en las naves de las aguas, y
llévanos así, también a la Jerusalén celestial.
Amén
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