Oh, San Zaqueo de Jerusalén,
vos, sos el hijo del Dios
de la vida, y su amado Obispo,
que, por ser de pequeña estatura
pero gigante de fe, queriendo
ver a vuestro Maestro Jesús,
subiste a un árbol, y Él, viéndote,
te invitó a bajar y fue con vos,
a comer a vuestra casa. Venerado
fuiste y sos, por la gente de
vuestro tiempo y del nuestro.
A Dios, amabas de manera tal,
que te entregaste en cuerpo
y alma, a servirlo en imitación
santa de Cristo Jesús, vuestro
amadísimo Maestro. A Santiago
Apóstol seguiste y a Justo I,
Obispo de Jerusalén sucediste.
Hoy luces corona de luz eterna,
como premio a vuestro amor;
oh, San Zaqueo de Jerusalén.
Amén
(Autor: Luis Ernesto Chacón Delgado)
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