Amigo Jesús, Tú eres el Amigo único y verdadero;
no sólo compartes cada uno de mis padecimientos,
sino que lo tomas sobre Ti y conoces el secreto
de transformármelo en gozo. Me escuchas con bondad y,
cuando te cuento mis amarguras, me las suavizas.
Te encuentro en todo lugar, jamás te alejas y,
si me veo obligado a cambiar de residencia,
te encuentro allí donde voy. Nunca te hartas de escucharme;
jamás te cansas de hacerme bien. Si te amo, estoy seguro
de ser correspondido; no tienes necesidad de lo mío
ni te empobreces al otorgarme tus dones.
No obstante que soy un hombre pobre, nadie
(sea noble, inteligente o santo) podrá robarme tu amistad.
Amén
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