Glorioso apóstol San Pablo, vaso escogido del Señor
para llevar su santo nombre por toda la tierra;
por tu celo apostólico y por tu abrasada caridad
con que sentías los trabajos de tus prójimos
como si fueran tuyos propios; por la inalterable paciencia
con que sufriste persecuciones, cárceles, azotes, cadenas,
tentaciones, naufragios y hasta la misma muerte;
por aquel celo que te estimulaba a trabajar día y noche
en beneficio de las almas y, sobre todo, por aquella prontitud
con que a la primera voz de Cristo en el camino de Damasco
te rendiste enteramente a la gracia, te ruego,
por todos los apóstoles de hoy, y que me consigas del Señor
que imite tus ejemplos oyendo prontamente la voz
de sus inspiraciones y peleando contra mis pasiones
sin apego ninguno a las cosas temporales y
con aprecio de las eternas, para gloria de Dios Padre,
que con el Hijo y el Espíritu Santo vive
y reina por todos los siglos de los siglos.
Amén.
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