Glorioso San Juan, por aquella
angélica virtud
te mereció las más insignes gracias de ser
el discípulo
privilegiado de Jesús,
de descansar sobre su Corazón,
de contemplar su gloria,
asistir en persona a los prodigios más estupendos;
ser finalmente designado por
el Salvador expirante,
como el hijo y custodio de su Madre;
alcanzame, te
ruego,
que conserve siempre intacta la virtud de la pureza
y que evite
cuidadosamente todo cuanto pudiera mancillarla,
a fin de que merezca los favores
especiales
del Corazón Sagrado de Jesús y del Corazón Inmaculado de María.
Así
sea.
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